Por Vanesa Valle


En los primeros años de vida, los niños enfrentan numerosos desafíos relacionados con la socialización. Muchos de estos obstáculos pueden ser difíciles de entender y manejar adecuadamente por los adultos, quienes a menudo encuentran complicado hacerlo sin juzgar al niño.

HABLEMOS DE ESTAS DIFICULTADES

Las situaciones difíciles incluyen la gradual aceptación por parte del niño de que los adultos no pueden estar a su lado todo el tiempo. A pesar de sus deseos, el niño debe aprender que no siempre puede recibir atención inmediata y que existen límites para la satisfacción de sus necesidades. Además, debe aprender a controlar sus impulsos; aunque experimente enojo, no está permitido expresarlo mediante golpes, mordidas, arrojar juguetes o destruir su construcción o la de otro. Enfrentarse a estas prohibiciones, como la imposibilidad de jugar con lo que desea o de la manera que prefiera, lo lleva a luchar con todas estas dificultades cuando se encuentra en un entorno diferente al habitual, como puede ser la escuela infantil o un espacio de juego, y es en este proceso, que requiere la orientación y el apoyo del adulto para aprender a comportarse de una manera aceptable para los demás.

LA SOCIALIZACIÓN EN ESPACIOS COMPARTIDOS

Es común observar situaciones conflictivas en entornos donde varios niños comparten espacio, una dinámica que se intensifica especialmente en niños menores de 3 años, quienes perciben su espacio como su propio reino. En estos momentos, el papel del educador y la relación que establece con el niño se vuelven cruciales para brindar apoyo y estabilidad emocional.

Si sos educador, es probable que tengas una lista de conflictos recurrentes, tales como la impaciencia al tener que esperar, el deseo de arrebatarle un juguete a otro, la reticencia a compartir el espacio, la resistencia a compartir la atención del educador con otros niños, situación que inevitablemente desencadena celos. En este escenario, el rol del adulto se convierte en un elemento fundamental para mediar y fomentar una convivencia pacífica entre los niños.

LA IMPORTANCIA DE ABORDAR LOS CONFLICTOS

Sin duda, es esencial abordar de manera detallada los conflictos que se presentan con niños pequeños. A continuación, me enfocaré en los más recurrentes desde mi experiencia de trabajo.

Quitar un juguete

Es común observar en lugares que frecuentan varios niños, a un niño que le quita un juguete a otro. Este comportamiento está relacionado con el desarrollo del yo, especialmente alrededor de los dos años, cuando la noción de propiedad se vuelve importante. En esta etapa, muchos niños expresan un fuerte apego a lo que consideran “mío”, lo cual es una manifestación saludable de su desarrollo y reafirma su percepción única en el mundo.

Para los adultos que guían a los niños en estas situaciones, es fundamental entender los aspectos del desarrollo infantil, para así brindar las herramientas adecuadas para que el niño gestione el conflicto de manera efectiva. A menudo, en esta etapa, el niño se identifica con objetos y se aferra a ellos como un medio de seguridad. Este comportamiento no denota codicia, sino que usa el objeto como un apoyo que le permite afrontar la espera del adulto (mamá, papá o adulto que ocupe el rol de criar).

Aceptar que el niño llegue a la escuela infantil con su objeto transicional le proporcionará una sensación de seguridad, ya que este objeto es un vínculo con su hogar. Reconocer la importancia de este objeto facilita al educador intervenir adecuadamente. Es crucial establecer reglas claras para los compañeros y las familias, que aseguren que el objeto en cuestión sea reconocido como propio del niño y que, cuando no sea necesario, pueda ser guardado para que el niño juegue con los juguetes compartidos de la escuela infantil.

Los juguetes de la escuela infantil son de uso común, y la regla fundamental es que mientras un niño esté jugando con un juguete, otro no debe intentar quitárselo hasta que haya terminado. Es importante que el educador no interprete estas situaciones como un intento malintencionado del niño de quitar el juguete a otro. Para el niño, no es importante quién tiene el juguete y está jugando con él, solo se centra en su deseo de querer ese objeto. La elección de palabras, como preguntar por qué lo está quitando, puede atribuir al niño una intención incorrecta de querer desposeer, en lugar de simplemente desear poseer el objeto.

La relación positiva del niño con el adulto es esencial para que se sienta seguro. Acompañar al niño en su interacción con el entorno le permite aprender a adaptarse y gestionar sus impulsos, lo que promueve una socialización pacífica.

¿Cómo puede actuar el adulto?

El educador desempeña un papel muy importante al mediar en la situación, expresando los pensamientos del niño, interpretando la situación y recordando las reglas establecidas. Por ejemplo, puede decir al niño: “A vos también te gustaría jugar con el auto rojo. Recordá que mientras Pedro esté jugando, no podes quitárselo. Cuando lo deje, podrás jugar, o podemos buscar otro auto”. A pesar de que el niño no logre su objetivo, es vital que sienta el respaldo emocional del educador.

En situaciones de disputas entre niños por un objeto, es interesante observar que, al sentir el respaldo emocional del educador, el niño que posee el objeto a menudo decide cederlo por sí mismo. El educador evita indicar directamente al niño que entregue el objeto para que otro lo vea, reconociendo que los niños demuestran empatía de manera natural sin necesidad de la intervención adulta. Dado que los niños buscan la aprobación del adulto, es crucial manejar con cuidado la situación si el niño decide ceder el objeto, asegurándose de que sea una decisión propia y no inducida por el adulto.

Niños que muerden, pegan o empujan a otros

En edades tempranas, los niños suelen defender lo que desean a través de comportamientos que no son agradables. Estos comportamientos pueden ser el resultado de un malestar que el niño presenta en ese momento. Por ejemplo, estar cansado, no tener ganas de jugar ni compartir el espacio con otros, desear el juguete que tiene otro niño, o no saber expresar con palabras lo que desea y pasar directamente a la acción. La actitud del adulto es decisiva en estas situaciones: primero debe observar, comprender lo que le sucede al niño y en lo posible ofrecerle lo que necesita para que vuelva a su estado de bienestar. Además, es muy importante acompañar a ambos niños, tanto al que recibió la “agresión” como al que “agredió”, ya que ambos están pasando por una situación difícil y son vulnerables. El niño “malo” no existe.

Imaginemos a dos niños de dos años. Uno le pega al otro cuando este se acerca a una niña que está jugando con él. La adulta, calmadamente y con un tono de sorpresa, le dice: “¡Le estás pegando, eso duele! Podes pegarle a este muñeco”. Este muñeco sirve para canalizar la acción. Se debe proporcionar una salida al niño en la situación. Por ejemplo, cuando un niño muerde, se le puede ofrecer morder un objeto (mordillo) si lo hace frecuentemente, o un chupete. Pero si es un caso aislado, solo se le dice que no se muerde. Es importante decirle que esto no se puede hacer a otra persona, pero que con el muñeco o el mordillo sí se puede. Esto le ayuda al niño a tener un repertorio para descargar sus tensiones de una manera aceptable. Si el niño no logra salir de la situación, hay que tomarlo, apartarlo un poco y llevarlo a otro sitio con juguetes para que pueda jugar solo, calmarse y disminuir la tensión con los demás.

Para el niño que agrede, también es muy difícil salir de la situación, por eso requiere del educador. Es necesario que el adulto intervenga firmemente diciendo “no” a comportamientos no aceptables socialmente. Si el adulto no dice nada, el mensaje para los niños es que esa acción está bien. Si el adulto ha visto la acción, debe decir algo al respecto y ayudar al niño a salir de la tensión frustrante que está atravesando.

La actitud del educador ante situaciones de conflicto

El papel del adulto en situaciones de conflicto con niños es esencial. Debe mantener la calma, estar tranquilo y pensar antes de actuar. Acercarse al niño, colocarse a su altura, mirarlo a los ojos y hablarle de manera clara y sencilla, utilizando un lenguaje acorde a la edad del niño, son algunos de los pasos a seguir.

Además, es vital que el espacio de juego esté organizado y que el adulto conozca el nivel de desarrollo y maduración de los niños que va a recibir. Esto asegura que todos los niños tengan la oportunidad de jugar en un ambiente adecuado. Un espacio de juego apropiado depende del tamaño de la sala, la disposición de los muebles y la cantidad de niños que juegan en él. Es importante preguntarse si el espacio es lo suficientemente grande para que los niños se muevan con comodidad y si ofrece suficientes posibilidades de interés para ellos.

Durante el tiempo dedicado al juego, debemos asegurarnos de que todas sus diversas posibilidades sean aprovechadas. En el momento en que se encuentra con los niños, es prioritario que el adulto esté atento y observe el juego y la interacción entre ellos, para poder intervenir si es necesario. Estar atento y disponible es clave. El ambiente debe ser tranquilo, seguro, con una variedad y cantidad de juguetes que permita a todos los niños jugar y disfrutar.

La primera infancia es una etapa llena de desafíos y aprendizajes significativos para los niños. A través de una orientación y apoyo adecuados, los adultos pueden ayudar a los más pequeños a navegar las dificultades de la socialización y el desarrollo emocional. Fomentar un ambiente de comprensión, empatía y reglas claras permite a los niños crecer y desarrollarse en un entorno seguro y enriquecedor. Como educadores y cuidadores, tenemos la oportunidad de ser guías y modelos a seguir, contribuyendo al bienestar y la formación de futuras generaciones. Sigamos trabajando juntos para crear espacios donde los niños puedan explorar, aprender y prosperar, sabiendo que cada desafío es una oportunidad para crecer y fortalecerse.

Bibliografía

Kliass, S. (2022). Conviviendo con otros niños. En López Arboleda, L. (Ed.),El arte de poner límites (pp. 109-138). Barcelona, España: ING Colección vivir con niños.

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Tardos, A. (2014). El adulto y el juego del niño. Barcelona, España: Octaedro.