Pensar en la actividad autónoma desde la iniciativa del bebé, conociendo verdaderamente el rol del adulto, un adulto que prepara el espacio, lo viste cómodamente, le brinda objetos y juguetes pertinentes a su nivel de desarrollo, un adulto que observa, está presente sin invadir el espacio del bebé.

Es por eso que es fundamental dejar al niño jugar, sin la intervención del adulto, donde pueda ser dueño de sus experiencias, curiosidades, el niño es un sujeto activo, competente, desde el momento de su nacimiento y necesita tener momentos de encuentro con él mismo, con el espacio, con los objetos.

A lo largo de este texto desarrollaré la importancia del juego libre y el acompañamiento del adulto desde el cuidado hasta la organización del espacio.

¿Cómo y cuándo se inicia el juego del niño?

El primer año de vida

Para que un bebé tenga el deseo de conocer su entorno y explorarlo, debe ser cuidado por un adulto que le brinde seguridad, que esté presente en algún momento del día. El bebé precisa tener satisfechas sus necesidades básicas, desde la mirada pikleriana hablamos de cuidados cotidianos (baño, cambiado, alimentación, descanso, sueño) como fundantes de la seguridad emocional. Con un adulto atento y sensible, el bebé podrá sumergirse en el juego con placer y alegría.

Cuando dejamos al niño moverse libremente, con autonomía, porque confiamos en que es capaz de ir adquiriendo nuevas posturas, de manipular los objetos que desee o cuando permitimos que aparezca inesperadamente, estamos ayudándolo a reforzar el sentimiento competente,[1] como también la capacidad de actuar en el entorno, con los adultos. En la actividad libre es él quien decide con qué, cómo y cuánto tiempo ocupa en algo, regula su atención y se da cuenta que con un movimiento ha producido un cambio, lo que lo pone feliz. Si dejamos que el niño experimente por sus propios medios, le permitimos ganar confianza en sí mismo y autoestima.

Según estudios del Instituto Loczy[2], el comienzo del juego del bebé aparece  aproximadamente a los dos meses, cuando descubre su mano, la observa, la comienza a mover, la cierra, la abre y sigue los movimientos con su mirada. La acción de mirarse las manos —esas manos que aún no sabe que son parte de su propio cuerpo— prepara para las actividades manuales, para la manipulación; el bebé todavía sin el objeto práctica los movimientos que más tarde ejercerá sobre los juguetes. Para que esta actividad suceda, es esencial que el adulto permita al bebé tener momentos de tranquilidad en los que se encuentre con él mismo, estar un tiempo despierto en su cuna o moisés, donde también pueda observar el límite, los bordes de ese espacio. Siempre en una posición cómoda en la que toda su espalda y la cabeza estén bien apoyadas.

¿Cuándo nos damos cuenta de que podemos presentarle el espacio de juego?

A partir del tercer-cuarto mes, el bebé empieza a interesarse más por el entorno, observa y sigue con la mirada a las personas que pasan cerca de él, ese es el momento de presentarle su lugar, su espacio de juego.

¿Cómo se lo presentamos?

El lugar que escojamos debe ser un lugar donde la familia se encuentre a menudo, un lugar donde el bebé se sienta acompañado. Debemos ser pacientes, al principio el bebé se quedará en ese lugar poco tiempo, podemos estar cerca, acompañar con la mirada y si es necesario, con la palabra. Antes de colocar al bebé en el piso, es necesario anticiparle adónde lo vamos a llevar. De a poco se irá acostumbrando a este nuevo espacio y le gustará quedarse más tiempo, cuando descubra todo lo que pueda hacer en él.

Luego de que experimente la observación de su mano, podemos ofrecerle lo que será su primer juguete —por ejemplo, un pañuelo de tela firme y de color atractivo para que le llame la atención, de fácil agarre—, siempre lo debemos colocar de tal forma que sobresalga de la superficie. Para que el bebé pueda realizar esta actividad, es fundamental colocarlo en el suelo, un lugar firme y seguro; en la posición boca arriba para que tenga una buena base de sustentación y sus brazos y piernas libres a fin de que, a partir de ahí, logre conquistar nuevas posturas, tomar objetos y comenzar a descubrir el mundo de una manera autónoma, respetando su iniciativa. En el piso podemos colocar una manta lisa, las que son estampadas dificultan la visibilidad entre el objeto y la manta, puede confundirse y creer que lo que se encuentra en la manta son objetos para tomar. La distancia entre el pañuelo y el bebé la podemos medir con el brazo del bebé, tiene que quedar dentro de su campo visual, que al girar la cabecita, lo encuentre, que al estirar su brazo pueda sentirlo con el barrido y tomarlo. Este primer objeto puede estar bastante tiempo en el espacio de juego, hasta que lo descubra, se interese y lo tome. El adulto deberá preparar el espacio y observar lo que sucede, ser paciente y saber esperar ese momento maravilloso.

A medida que la manipulación sea más hábil, más coordinada, y el bebé se interese más por el entorno y los juguetes, vamos a ir agregando otros objetos de a poco. Dichos objetos deben sobresalir del piso, es decir, deben tener volumen, ser de diferentes materiales, livianos, pequeños, para facilitar el agarre y que puedan entrar en la mano.

Si ofrecemos objetos pertinentes acordes a la edad madurativa del niño, él se dará cuenta de qué forma, con qué movimiento tomar los objetos. Recordemos que de a poco irá ejercitando las diferentes formas de agarrar.

Otros objetos pertinentes durante los primeros meses, a partir del cuarto mes, pueden ser cazuelas pequeñas de diferentes materiales, que al ser cóncavas permiten al niño tomarlas con facilidad; muñecos de tela o goma (que no hagan ruido, para que no lo asusten), telas, sonajas con argollas de madera que ofrecen la posibilidad de percibir de dónde sale el sonido. Lo importante durante los primeros seis meses es darle variedad de juguetes para que, a través de la manipulación, vaya incorporando las propiedades, las diferentes impresiones y experiencias con los objetos. Si en algún momento el objeto o juguete se aleja del bebé porque lo arroja, el adulto deberá estar atento para volver a ponérselo cerca por si desea seguir jugando con él.

Hasta que el bebé no se desplace, es recomendable colocar objetos que queden estáticos y no se vayan lejos, pues no podrá ir en su búsqueda con autonomía, no nos gustaría que se frustre ni necesite de la ayuda del adulto para poder seguir jugando. La repetición en el juego hace que el niño descubra cómo tomar ese objeto con mayor destreza, sin hacer mucho esfuerzo, y el encontrarse con algo nuevo le dará curiosidad y lo estimulará a seguir investigando ese nuevo juguete. Suelen jugar a tirar, soltar, golpear el piso o entre objetos, les agrada observar los diferentes sonidos y movimientos.

Cuando el bebé tiene mayor desplazamiento, se interesa por realizar juegos opuestos, como tomar y soltar, alejar y acercar, aparecer y desaparecer. Los objetos van variando y ya podemos colocar pelotas, autitos, rodaris y cualquier otro juguete que pueda desplazarse; le interesará dejar ir y poder ir a la búsqueda. Si el adulto se encuentra cerca y se aleja de él, girará su cabeza para mirar la distancia, son momentos bonitos, una linda conquista el alejarse y acercarse por iniciativa propia.

¿Qué función cumple el adulto?

El rol del adulto siempre es el de acompañar al niño a desarrollar de la mejor manera posible su desplazamiento y juego. ¿Y cómo acompaña? Garantizando un lugar seguro, sin peligro alguno, para que el bebé pueda moverse libremente y tomar diferentes objetos que estén a su alcance. Este lugar que el adulto le prepara debe ser siempre el mismo, para darle seguridad, estabilidad y pertenencia; debe ser espacioso y tener exclusivamente gran variedad de juguetes. Por unos años debemos como papás olvidarnos de la decoración de la casa, ya sea el living o el comedor, y pensar en nuestro hijo al facilitarle un lugar. Así, él se sentirá más seguro y nosotros más tranquilos, ya que no tendremos que estar diciéndole todo el tiempo que no puede acercarse a ese lugar u objeto, cosa estresante, tanto para el bebé como para el adulto. Brindarle un lugar óptimo para desarrollar su juego es poder también estar cerca haciendo otra actividad, para escuchar si necesita nuestra ayuda, sin que el niño dependa de nosotros.

La ropa es muy importante. Debemos colocarle ropa cómoda para que pueda moverse con facilidad, y las piernas y los brazos tengan buena movilidad y no entorpezcan el movimiento. No recomiendo vestidos, buzos con capuchas, mucho abrigo, sombreros, ni vinchas, este tipo de vestimenta queda muy bonita pero complica el movimiento. Es fundamental observar las necesidades de nuestro hijo, las señales que nos dan: si están cansados, si tienen hambre o necesitan que le cambiemos el pañal. Atender estas señales de malestar  a tiempo permite a nuestro hijo continuar con comodidad su actividad libre.

Y, por último, sugiero ir ordenando el espacio de juego para que siempre se vea atractivo e invite a jugar.

¿Puedo jugar con mi hijo?

Desde la mirada pikleriana se considera que hay momentos únicos de encuentro en los que el vínculo y la comunicación se nutren, el momento de los cuidados es uno de ellos. Cuando el bebé no se encuentra con el adulto en ese momento, se encuentra en su espacio de juego, explorando, conociendo su entorno y descubriendo todo lo que puede hacer en él, según su iniciativa e interés. En estos momentos de juego libre puede ser que tu hijo te quiera mostrar su conquista y podes acercarte y contemplar, o quizás este jugando con una tela y se esconda para que lo busques, iniciando el juego. Con esto quiero decir que no es lo mismo que el protagonista sea el niño que el adulto, el adulto deberá ser siempre un compañero en el juego, pero no el que dirige o el protagonista. No pensemos el juego como una actividad en la que el adulto debe dirigir, enseñar o dar actividades, sino como un espacio en el que el niño explore, descubra, conozca y proponga a su manera.

*Lic. en psicomotricidad educativa. Formación en curso de la Pedagogía Pikler, Hungría, Budapest. Prof. de sordos e hipoacúsicos. Creadora del espacio Juego y Crianza desde el año 2015. En la actualidad trabaja acompañando a familias en la crianza de sus hijos/as, brinda talleres a familias y profesionales basados en la Ped. Pikler.

Bibliografía

Kálló, E. y Györyi, B. (2013). Los orígenes del juego libre. Budapest, Hungría: Magyarországi Pikler-Lóczy Társaság.

Tardos, A. (2014). El adulto y el juego del niño. Barcelona, España: Octaedro.

Herrán, E. (2018). Claves de la educación Pikler-Lóczy. Compilación de 20 artículos escritos por sus creadoras. Budapest, Hungría: Asociación Pikler-Lóczy.

Pikler, E. (1979). La competencia del bebé, en Herrán, E. (Ed.). Claves de la educación Pikler-Lóczy. Compilación de 20 artículos escritos por sus creadoras. (p. 59). Budapest, Hungría: Asociación Pikler-Lóczy.

Tardos, A. y Szanto-Feder, A. (1984). ¿Qué es la autonomía desde la primera edad?, en Herrán, E. (Ed.). Claves de la educación Pikler-Lóczy. Compilación de 20 artículos escritos por sus creadoras. (p. 73). Budapest, Hungría: Asociación Pikler-Lóczy.


[1] Poder influir en el otro, en el entorno.

[2] Instituto metodológico de Educación y Cuidados de la primera infancia de Budapest, fundado para bebés que precisaban cuidados prolongados fuera de su familia.

Aclarar que: Si bien reconocemos y apoyamos los recursos lingüísticos disponibles para visibilizar el género y la sexualidad de las diferentes corporalidades, en este artículo utilizaremos los términos “bebé”, “niño” e “hijo” para referir a niños, niñas y niñes, o como cada cual prefiera leerlo, a fin de hacer más fluida la lectura.