El control de esfínteres es un proceso muy significativo en el desarrollo de un niño o una niña, un momento clave para la autonomía. Socialmente, solemos presionar a los/las niños/as para que logren el control temprano. Las preguntas sobre el cómo y el cuándo van a dejar el pañal ponen en evidencia preocupaciones propias de los adultos, y pasan por alto el momento del desarrollo en el que cada niño/a se encuentra. Si nos centramos en el niño o la niña, respetaremos su tiempo y su ritmo, puesto que lo importante no es lograr el control de esfínter lo antes posible, sino acompañar el desarrollo y colaborar para que ese logro se dé a su tiempo.

El control de esfínteres no se trata de aprender algo, no es una capacidad que el/la niño/a deberá aprender, es mucho más que eso. El/la niño/a tiene que reconocer las ganas, tiene que retener y también sentir que es una incomodidad, por ejemplo, pensar en dejar una actividad que estaba realizando para ir al baño. Otro motivo interesante por el cual quieren dejar el pañal es querer parecerse o ser como el adulto, ser grande. El deseo que tiene de integrarse a la sociedad es el que lo induce a adquirir este control por su propia iniciativa.

Es importante saber que los/las niños/as llegan al control de esfínteres en su tercer año de vida por sí mismos/as, como resultado de la maduración del sistema nervioso, del desarrollo de su personalidad y por su propia voluntad.

No se ha tomado ni se toma en consideración que el centro de control voluntario de los esfínteres de la vejiga y del recto se sitúa en el lóbulo frontal que llega a la madurez más tarde que otras partes del cerebro. Además de la compleja función de la vejiga y el recto, su control y su uso no pueden ser perfectos hasta que todas las vías nerviosas y los centros anatómicos hayan alcanzado su madurez. Esta madurez no existe antes del segundo año y en la mayor parte de los casos, de la segunda parte (Muellner, 1960). Esto es así, aun cuando el entrenamiento y el desarrollo de reflejos condicionados hagan que el niño controle esfínteres para los pocos meses de edad.[1]

Cómo debe acompañar el adulto este proceso

Debemos confiar en la potencialidad de los/las niños/as, verlos/las siempre competentes en cada situación que tenga que ver con su desarrollo. Observar es la clave, observar cuáles son los indicadores que el/la niño/a da nos ayudará a saber cuándo está maduro para el control de esfínteres.

Los/las niños/as hacen valer su yo en diferentes situaciones, por ejemplo, cuando insisten en ponerse una prenda de vestir, en comer o hacer las cosas solos/as. Otro indicador es el empleo de los pronombres “yo”, “mío” o “para mí”, el uso de la primera persona del singular implica la construcción de su persona. Todo esto demuestra que está en la edad en la que su dependencia va relajándose, y quizás el último elemento de esa dependencia extrema sea el pañal.

Es fundamental tener en cuenta el desarrollo autónomo y la voluntad del/la niño/a de adquirir este control. Cuando hablo de desarrollo de la autonomía, me refiero a que pueda moverse con seguridad, pueda quitarse la ropa, sentarse y levantarse solo/a, que sea capaz de quedarse sentado/a y de sentarse en el inodoro. Y en cuanto a la maduración del sistema nervioso, lo importante es que sea capaz de reconocer las ganas y de retener.

El adulto que acompaña este proceso no debe obligar al niño/a a hacer cosas para las que aún no está preparado/a, como sentarlo/a en el inodoro cuando todavía no puede hacerlo por su cuenta o no lo pide, o ponerle ropa interior si aún no retiene, o instarlo a limpiarse cuando aún tiene los brazos cortos y no llega. El niño o la niña deben querer dejar el pañal por decisión propia, deben manifestar la voluntad de adquirir el control. Para que esto pueda lograrse, la buena relación con el adulto es esencial en este proceso.

El control no comienza mostrándoles la pelela o el inodoro, sino que comienza con el cambio de pañal, cuando le contamos lo que va ocurriendo, para qué necesita el pañal (“¿Tenés pis o caca?”). Hacer consciente lo que pasa en el cuerpo del niño/a y para qué necesita el pañal es muy importante para el control. Conectar, darle tiempo al niño/a para que pueda tomar su pañal, mientras le decimos “es para ponértelo en la cola”, dejar que explore y seguir sus deseos, nuestra tarea es mostrarle, enseñarle, darle herramientas en este aprendizaje. En muchos niños/as de entre año-año y medio aparece la percepción de que se han hecho caca, lo que no quiere decir que vayan a controlar. Hay niños/as que perciben que están incómodos luego de un rato de haberse hecho. Siempre la percepción de lo que pasa o pasó en su cuerpo es previa al control.

A través del diálogo para hacer consciente lo que le ocurre, el/la niño/a se interesa por lo que sucede y este interés viene mucho antes de que pueda reconocer la sensación interna. El proceso es largo y el interés se expresa de distintas maneras en cada niño/a, por ejemplo, al querer tirar su pañal en el basurero, le podemos decir: “hiciste caca y la caca va al tacho”. Algunos/as niños/as tiran su caca desde el pañal al inodoro, otros/as preguntan qué hacen los más grandes en el inodoro, miran a los/las otros/as niños/as, preguntan por la pelela o el inodoro, incluso va algunas veces a la pelela o al inodoro. En ocasiones, luego de usar la pelela o el inodoro comienzan a controlar, o la usan algunas veces y luego, por muchos meses, pierden el interés. Independientemente del resultado, la actitud del adulto debe ser siempre positiva “qué bien que hayas probado”.

Finalmente, hay un punto en el que no sólo reconoce el estímulo, sino que hay un verdadero interés, y además puede controlarlo y retener. Acompañar y transmitir las normas sociales en ese momento es fundamental. Enseñar cada paso: bajarse los pantalones, limpiarse con papel, tirarlo en el inodoro, tirar la cadena, subirse los pantalones, lavarse y secarse las manos. Asistir en cada una de estas instancias es ayudar al niño/a a lograr una autonomía progresiva.

Crear circunstancias motivadoras, mostrar los elementos implicados en este proceso

El adulto que acompaña debe crear circunstancias motivadoras, mostrar los elementos de higiene, asegurar que hay un inodoro o pelela (el/la niño/a decidirá qué quiere utilizar) a su disposición antes de que sea capaz de utilizarlo, somos los responsables de mostrar. Además, el adulto deberá tener una actitud motivadora cuando el/la niño/a no logre hacer pis en el inodoro, puede motivar con expresiones como “a veces pasa”, “bueno, ahora no salió nada, podés intentarlo en otro momento y quizás salga”. Cuando efectivamente el/la niño/a logre hacer pis o caca en el inodoro, se pondrá contento, pero no saltará en una pata, ni dará un premio. La actitud del adulto ante esta situación debe ser lo más natural posible. La misma actitud de naturalidad es esperable cuando el/la niño/a se haga pis o caca encima, “cosas que pasan, no te preocupes, la próxima me avisás”, son expresiones recomendables. Nunca dejarlo/a sucio/a o imponer castigo. Si comprendo al niño/a y sé que estas cosas suceden, cambio su ropa, y con esto expreso que estas cosas pasan y que no estoy enojado con él/ella.

Ropa y elementos pertinentes

En esta etapa, la ropa cómoda y fácil de quitar es de gran ayuda, a los/las niños/as les agrada participar en este proceso junto con el adulto, así como de tirar el pis de la pelela al inodoro, aprender a limpiarse y apretar el botón.

Si el/la niño/a elige el inodoro, este debe ser confortable, de buen tamaño, adaptado, que pueda apoyar los pies, para poder sentarse y pararse sin que el adulto tenga que intervenir. Podemos colocar un banco para que pueda tener los pies bien apoyados y logre una buena postura, en ese momento sólo debe concentrarse en hacer pis o caca y no en encontrar una postura cómoda o en hacer equilibrio. Si el/la niño/a desea utilizar la pelela, esta debe ser anatómica para que pueda sentarse cómodamente, y de lo más simple y sencilla, que no disperse la atención ni lo incite a jugar.

 
Pelela anatómica, sencilla.

Otra cosa que suele motivar a los/las niños/as es usar bombacha o calzoncillo. En algún momento del día, cuando sabemos que no es habitual que haga pis o caca, podemos ofrecer el uso de la ropa interior. Siempre primero le ofrezco, si su respuesta es afirmativa, le digo “te pongo un ratito tu ropa interior”. Ponerle la ropa interior motiva a retener un poco.

Como mamá me ha pasado que mi hija, cuando estaba por controlar sus esfínteres, usaba la bombacha, y cuando quería hacer caca, me pedía el pañal. Esto duró un tiempo hasta que se sintió segura y no necesitó más el pañal.

El proceso debe desarrollarse de una manera natural, por lo tanto, el adulto no debe esconderse para hacer pis o caca, siempre debemos informar al niño/a si es que nos apartamos para ir al baño. Otro aspecto importante es la posibilidad de intimidad, en esta situación es el adulto quien enseña al niño/a. Hay niños/as que en estos momentos necesitan encontrarse consigo mismo/as y piden que el adulto se retire del baño, hay que brindar esta posibilidad, ¿a quién no le ha pasado que su hijo/a se esconde debajo de la mesa o en un rincón cuando está haciendo caca? Busca privacidad para ese momento.

Es recomendable que el adulto no viva el pañal sucio como algo feo, maloliente, porque el/la niño/a interpretará que ha hecho algo que al adulto no le agrada, que no acepta. Es habitual que esto suceda, el adulto no lo hace de mala fe, es parte de nuestra historia y lo que hemos vivido, inconscientemente. Pero lo debemos tener en cuenta.

En esta etapa del desarrollo, el adulto deberá tener paciencia, tendrá que esperar la iniciativa del niño/a. Este proceso no es lineal, puede haber retroceso. Se aconseja nunca poner en duda lo que el/la niño/a dice. Por ejemplo, al preguntarle si quiere hacer pis, estoy apresurando, no confío en que él/ella sea capaz de decir cuándo quiere. Diferente es preguntar cuando lo/la observo inquieto/a en el juego y está pronto a adquirir la capacidad, probablemente el/la niño/a esté concentrado/a en su actividad y no le es difícil dejarla.

Asimismo, no debemos sentar al niño/a en el inodoro y esperar para que haga pis o caca, el/la niño/a no sabe que debe esperar, sólo espera porque el adulto lo/la sentó y según el resultado verá que el adulto expresa estar contento o triste. No queremos adiestrar al niño/a al control, queremos acompañarlo/a en el proceso.

A veces el control nocturno se da en el mismo momento que el diurno, y otras veces se da muchos meses después. Un indicador pronto a dejar el pañal por la noche es mantener seco el pañal durante toda la noche.

Debemos recordar que sólo vamos a poder cooperar si tomamos en cuenta las necesidades y el nivel de desarrollo del niño/a. Queremos que este camino sea lo más fácil para él/ella, un camino pacífico. Que adquiera buenas costumbres es nuestra tarea, somos partícipes del conocimiento que el/la niño/a construya de su cuerpo y de que sepa cómo tratarlo.

¿Qué sucede con la caca?

Si se espera un poco más… Hay niños/as que aprenden el control de esfínteres por iniciativa propia, pueden hacer pis en el inodoro pero la caca no. Las doctoras Falk y Vincze denominan a esto “choque de la caca”. Muchas veces el/la niño/a que hace caca en el inodoro por primera vez se asusta, porque siente que ha perdido una parte de su cuerpo, por eso la ayuda es volver a recibir el pañal por este período. El control de esfínteres significa autonomía, el adulto debe estar atento y ser discreto, observar qué está haciendo y necesitando el/la niño/a para hacer de este proceso una buena oportunidad para aprender las costumbres.

La relajación después de la expulsión crea una sensación de unidad de placer que compensa la posible angustia de la pérdida de la caca. La postura de agacharse, estar sostenido en el peso por sus brazos le da seguridad, ya que la deposición no puede ser vivida como algo que se separa y cae desde su cuerpo, que se desprende, es algo que sale de él/ella, es un regalo a su madre. Cuando el/la niño/a logra controlar sus heces, controla así el dominio de la madre que espera y rompe la dependencia que lo/la mantiene unido/a a ella. El/la niño/a pone su deseo de separación y autonomía al definir el don de heces con el placer que acompaña a la retención voluntaria. La “fase anal debería llamarse con mayor propiedad fase del aprendizaje de la separación”.[2]

Encontramos el ritmo de contracción del esfínter anal en gran cantidad de actividades motrices. Por ejemplo:

El niño o la niña controlan sus esfínteres cuando están realizando una actividad y pueden dejarla, ir al baño y volver a la actividad.

Cuidados en el jardín

Es común que cuando los niños se comienzan a preocupar por el control de esfínteres, aparezca en su juego. En el espacio de juego podemos observar que los/las niños/as realizan juegos de trasvasado, de acumulación (“todo mío”), aprietan fuerte un objeto contra su cuerpo antes de lanzarlo lejos de sí, hacen la imitación vocal del ruido de la expulsión, todas estas actividades son indicadores de que se está preparando para dicho control. El adulto puede aprovechar esto para hacer intervenciones: “hiciste pis en el cubo (simbólico), lo puedes hacer en la pelela”, o si lo ve parando el juego para hacer pis o caca, le puede hacer notar lo que hace. Esto se hace para que los/las niños/as tomen conciencia de lo que van sintiendo.

Además, es importante tener un acuerdo entre todos/as los/as docentes para poder informar a la familia cómo acompañan el control de esfínteres y comentarles que en el jardín los/as niños/as se comportan de otra manera y que allí van a necesitar pañales. Por ejemplo, uno de los acuerdos puede ser que no van a sentar al niño/a en la pelela o el inodoro si no manifiesta querer hacerlo. Hay niños/as que no quieren más el pañal, pero se hacen pis y caca, en estos casos se puede plantear la posibilidad de ponerle el pañal nuevamente, explicándole que no está pudiendo controlar y que eso le interrumpe el juego. Se debe prestar atención al niño/a que llega al jardín sin pañales, si al orinarse o hacerse caca se molesta o se asusta, o si notamos que siente displacer sin el pañal, hay que ofrecerle ponerse el pañal de nuevo.

Es fundamental acomodarse al comportamiento del niño/a, algunos/as controlan en su casa, pero no en otros espacios. Siempre debe pensarse en el/la niño/a, y nunca obligarlo/a a realizar algo para lo que aún no está preparado. Como ya mencioné anteriormente, la observación es clave para poder acompañar.


[2] Mendel en Aucouturier (2009): 91.

[1] Falk y Vincze (1995): 292.

Bibliografía

Aucouturier, B. (2009). Los fantasmas de acción y la práctica psicomotriz en La evolución de los fantasmas de acción y las acciones simbólicas. (pp. 90).España: Graó.

Falk, J. (2013). Bañando al bebé. El arte del cuidado. Budapest, Hungría: Asociación Pikler-Lóczy.

Falk, J. y Vincze, M. (1995). El desarrollo del control de esfínteres y el interés del niño pequeño hacia las funciones corporales en Herrán, E. (2018). Claves de la educación Pikler-Lóczy. (pp. 277). Budapest, Hungría: Asociación Pikler-Lóczy.

Kalló, E. (2016). Sobre la unidad de los cuidados y la educación, una vez más. Reladei. Monográfico Pikler Lóczy, N.° 5, 15.

Szücs, M. y Papp, S. (2018). Curso Cuidados 2. Fundación Lóczy por los Niños del 13 al 17 de diciembre de 2018. Santiago de Chile, Chile.